Me encanta despertarme mientras todos duermen, abrazarme las rodillas en el sofá mientras la luz de la calle va inundando la casa y el silencio se va rompiendo por el ruido de los vecinos.
Después de una noche en la cama de Carolina, me levanto a escribir en el salón. He cazado algunas imágenes bonitas mientras estaba aquí y no quiero olvidarlas. Elijo el color verde porque últimamente es mi preferido y colecciono palabras mientras los demás se despiertan. Estoy preparando café cuando amanece Carolina. Recogemos la casa y nos sentamos con las tazas humeantes a hablar de la vida. Es entonces cuando suena el teléfono y salto a la ducha para encontrarte. Alecciono a Chica muy seria mientras bromea conmigo antes de salir de la casa.
Subirme a tu coche me resulta cotidiano. Sopla un viento increíble que me revuelve el pelo y me llena de felicidad mientras brilla un sol de andar con los ojos cerrados. El palacio de congresos está aún más abarrotado que ayer, así que volvemos pronto a casa de Carolina y Chica. Me voy poniendo nerviosa por momentos, me resulta inquietante conectar estas dos partes de mi historia.
Jachi(s) se suma también al plan de la comida con sus pantalones a la italiana. Charlamos de todo un poco y después de comer vuelve a sonar la guitarra. Hacía tantos meses que no te escuchaba... Miro la cara de Chica, entre celosa y alegre. Piden canciones y no quiero irme. Pero llegan las despedidas y prometo a Miguel que Manoli le responderá siempre que necesite que le alegren el día.
Después de unas vueltas con el coche nos encontramos con los tuyos, y estoy empezando a preguntarme si va a ser una tradición esto de aparecer tras las bodas. Como siempre, noto la distancia a punto de recomponerse y comienzo a sentirme triste. Hasta que acabo en una rotonda atestada, diciendo adiós y hasta no sé cuando.
El viaje se hace cortísimo y descubro que voy a coronar el domingo con Isra y Nacho, que han acudido a mi territorio. Los acompaña Antonio y, divertidos, cenamos juntos celebrando habernos visto tan de seguido dos fines de semana. Los invito a visitar mi casa y me gusta observarlos aquí, mirándolo todo. Antonio y yo comentamos algunas lecturas, me avergüenzo de las bolsas de la compra en medio de la cocina, recojo rápido la ropa que tenía en la silla y les explico que soy feliz en este hormiguero.
Es fácil este domingo, lleno de encuentros, reencuentros y recuerdos. Podría ser ayer siempre... o quizá sea pedir demasiado...
3 comentarios:
Se sentó sobre unas raíces que se retorcían intricadas al pie de un árbol y sacó el cuaderno que llevaba siempre. La víspera, en un bar de Pedernales, había escrito: Sistema para suprimir la impresión de horror que produce alguna cosa: Fijar la atención en el objeto o la situación dados de modo que los distintos elementos, todos ellos familiares, se vuelven a agrupar. Lo espantoso no es nada más que un esquema que no nos resulta familiar.
(Paul Bowles)
No te separes nunca de ese cuaderno que te libra del espanto!!!
Un día común y normal, pero alegre... eso es lo bueno.
Un gusto leerte y estar en tu blog.
No es pedir demasiado, lo difícil es saber a quién hay que pedírselo. Quizá paseando por el fin de los tiempos...
Un saludo
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