domingo, 10 de enero de 2010

nieva sobre nosotros

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La nieve lo iguala todo, viste de belleza los objetos absurdos, detiene el tiempo mientras cae como plumas sobre el mundo inconsistente, porque la nieve lo vuelve todo irreal.

Mientras tirito en la gasolinera, los copos caen lentamente, como flores de cerezo en primavera, se posan con dulzura sobre los árboles, en las farolas, en las líneas de la carretera. Cuando me monto en el coche y arranco, el viento enloquece la magia primitiva y la nieve se arremolina con prisa a mi alrededor.

Tengo que concentrarme para no dejarme hipnotizar. Escuché una vez que el espíritu del invierno, por amor, es capaz de arrebatarte la conciencia si miras demasiado hacia el cielo mientras nieva. Así que me concentro en la carretera, tarea bastante más necesitada de mi atención, porque no para la ventisca.

Asombrada descubro transformados los paisajes de mi infancia, un mundo nuevo, en blanco, todo por colorear, se muestra tras los cristales, en esos espacios que la nevada me deja observar. El cielo está helado también, plateado y cercano, haciéndose con las montañas que desaparecen bajo los mantos de pintura blanca.

“Qué siga nevando, por favor, que siga nevando hasta que llegue a casa, que nieve en mi casa, por favor”, voy recitando alegre y ensimismada mientras la carretera va desapareciendo.

Y el milagro se hace realidad. Con la maleta azul y el pelo lleno de nieve, trastabillo por la calle y uno de los camareros del restaurante chino me sonríe con dulzura cuando nos miramos a través del cristal. Los dos compartimos la pasión inmediata por lo que está pasando y, de pronto, me siento llena de calor por dentro y salto un charco.

Entro al salón, enciendo la estufa y subo las cortinas a lo alto, llamo a María José y las dos chillamos por teléfono. Ella es de Málaga y es la primera vez que ve nevar así, salto en casa de los nervios y viene corriendo a tomar té mientras la nieve cae incansable. Compartir su cara de ilusión y sus voces cada vez que mira hacia la ventana es, simplemente, un regalo.

Estar sentadas en el salón, calentitas, mientras todo pasa, me recuerda a mi invierno de Alcalá y, cuando despido a María José, lo hago llena de alegría dulce e infantil.

¡La nieve todo lo transforma!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Aquí no nieva!! Joooo...pero bueno habrá que conformarse con verla en la tele o esperar a la próxima visita a Sierra Nevada.

Roberto dijo...

la nieve es sosiego de palabras encontradas...ayer estuve escribiendo sobre la nieve.

me tu gustó muchisimo tu texto lleno de blanco irreal mi cuarto...