Mi cuerpo se tensa de anticipación, aprieto la mandíbula; mi mente es un parque de atracciones en agosto; mi corazón siente miedo y deseo, ilusión infantil mezclada con los reparos adultos. Todo se mueve rápido, nada se detiene y, bajo la cascada, oigo el trueno de la tarde.
Doy un paso atrás. Me siento en la cueva tras la corriente incesante de agua y respiro. Miro todo eso que siento, que imagino, que temo, y que no soy yo. No soy yo. Yo soy ahora. Aquí. No mañana ni luego ni antes. Ahora.
Un suspiro profundo me atraviesa, lleno de paz. Sonrío.
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