viernes, 1 de enero de 2010

madrugadas de uno de enero

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Vale, definitivamente los planes nunca salen como tú te los habías propuesto y mi intención de cenar y acostarme me salió bastante rana.

Cuando Juan P me encontró a las seis de la mañana comenzó a abrazarme gritando: “ceno y me acuesto, ceno y me acuesto” entre carcajadas. Javi aseguró que verme era la mejor manera de comenzar el año. Abracé a Jaci con tanta alegría que me sentí agradecida por volver a encontrarme entre ese grupo de gente al que ya no pertenezco. Di besos de compromiso y besos de verdadera ilusión. Se me olvidó mirar el reloj.

Juan D me recogió después de las uvas –que como siempre me comí a mi ritmo y haciendo trampas, así me va-, y nos fuimos a celebrar el año nuevo con sus amigos. Celebraban el “amigo invisible” y Juan D quería que nos fuésemos a un pub en lugar de quedarnos allí. Pero cuando has vuelto desde fuera del país, me parece importante compartir estas cosas con tus amigos de toda la vida, así que me empeñé en que nos quedásemos y me reí bastante con las ideas que se intercambiaron.

Sorprendida, entre sus amigos, me reencontré con Bibi y con Irene. No hizo falta que explicase nada, que explicase mi desaparición durante un año, no hizo falta que ajustase cuentas con el no haber llamado, no haber estado, no haber aceptado ninguna de sus propuestas de café. Ellas no sentían que tuviesen nada que perdonarme.

-Sonríe más –me dijo Juan D una de las veces en que se cruzó conmigo dentro del pequeño local-. Eres demasiado bonita para estar tan triste.

A las dos de la madrugada yo tenía intención de irme a casa. Lo prometo. Pero cuando ya estábamos en la calle y teníamos puestos los abrigos, nos preguntamos si nos tomábamos la última en el bar de siempre. No sé si fueron, al final, las cuatro o las cinco últimas, porque me sentía tan cómoda charlando de todo, hablando por fin de nosotros mismos, que no me di cuenta de que pasaba el tiempo.

En uno de esos momentos fue cuando Ana P vino a avisarme de que todos estaban por llegar y poco tiempo le dio, pero no importaba. Llegaron esos encuentros tras un año, ese sentirme lejos y cerca. Juan D se quitó de en medio para no dar de qué hablar y le regañé por ello, estamos en un pueblo pequeño y nos vamos a largar, ¡qué más da!

Ana y Antonia me abrazaron con ganas de cotilleos y después llegó mi hermano, guapo como él se pone con vaqueros y la chaqueta del traje de novio de mi padre, para acompañarnos entre anécdotas y risas. Estaba tan contento de que fuese tarde y yo estuviese allí, de que estuviese sonriendo y brindando…

Cuando por fin miré el reloj, aunque hubiese podido seguir celebrando, decidí que era mejor una retirada a tiempo que perderme del todo en el amanecer. Juan D me acompañó a casa bajo la promesa de que lo llamaré cuando vuelva del fin de semana.

-Gracias por salvar mi noche –le dije ya en la puerta, porque comenzar el año así era lo que menos me esperaba del mundo.
-No tienes que darme las gracias –se rió abrazándome-. Pasar contigo la noche ha sido increíble.

1 comentario:

Roberto dijo...

una hermosa noche para recordar...seguro que no la olvidarás

a veces, cuando te leo, me pareces la persona más sensible del mundo, y eso me encanta...

un beso