lunes, 12 de julio de 2010

sábado


-Tú, disfrutando en el agua, sirena -me dice Leticia cuando salgo, riendo y empapada.

No soy capaz de permanecer a la orilla del mar sin sumergirme una y otra vez en el agua, me cuesta mantener conversaciones, quiero mirar al azul impertinente de esta tarde y dejarme perder la razón por lo único que acaba teniendo sentido.

Hoy hemos llegado cuando ya casi nadie se bañaba, así que he nadado y nadado y nadado sin temor a chocar con nadie, con el miedo a las profundidades perdido de manera sorprendente, en las corrientes frías y las olas pequeñas, bailando y buceando como si nada más pudiese pasar. Hoy he enterrado a cinco niños en arena y he cavado con las manos y me he apartado los rizos de la cara llenándome de tierra las mejillas, porque cualquier excusa es buena para volver a nadar aunque los edificios dejen en sombra la playa, aunque el socorrista esté a punto de marcharse, aunque la brisa comience a mandar a los demás a casa. Hoy mi moleskine se ha llenado, como yo, de arena para cazar a Jaime en su toalla impoluta, para cazar un horizonte indeterminado.

Hoy, ayer, mañana, todos los días en el mar son sábados.

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