jueves, 14 de octubre de 2010

vamos a contar mentiras



Un día pisé con mis dedos el suelo del cielo y se parecía a la luna, lo sé porque estuve allí de vacaciones en tu boca. En otra de mis aventuras tendí ideas en un perchero viejo para exponerlas en una plaza el día de mercado, me compraron dos recuerdos y una genialidad para un cuento que soy incapaz de recordar. También fui gigante conquistando praderas y sostuve con mis manos el sol de la tarde a la espera de un verso. De un suspiro incendié inviernos con apodos en mayúscula y quemé recónditos paisajes sólo con unas preguntas. Me materialicé, de la nada, en una isla, un castillo, una carretera bajo el acantilado y el futuro, y volví de la misma manera que había ido, casi sin darme cuenta. Escribí tus nombres secretos, los que no conoces, en las paredes de una ciudad inacabada, con distintos colores, con distintos deseos, y ninguno de mis habitantes se quejó de vandalismo, sino de cobardía. Invité a merendar a todas las brujas a las que había dado de comer durante meses, las vi más delgadas y casi afónicas. La mayor de todas me enseñó un truco que todavía me pesa en el bolsillo cuando me arranco el corazón. He vislumbrado desde mi terraza la remota posibilidad de realizar la utopía a corto plazo, era grande y con lunares, a veces parecía redonda y a veces cuadrada, siempre en movimiento, como un dragón antiguo a punto de aparecer en la mente soñadora de alguien. Dormí a mi hijo en mi regazo mientras me observaban en silencio desde una sombra gris a la que nunca fui capaz de dar nombre, puro vértigo. Fui a la China y volví con chucherías y palabras. Dormí en París. Amanecí congelada en un colchón que navegaba. Hice una montaña con caricias, unas sobre otras, otras sobre unas, hasta caer rendida, absorta y feliz al centro del vacío, donde no se piensa, donde no se conoce a nadie, donde no existes ni tú, aunque todo empiece por las letras que compones. Dije la verdad a boca llena, canturreando infantil y cogí margaritas que parecían otra cosa y eran de papel, curiosidad y ausencias. También coleccioné guisantes debajo de la cama, hice pócimas de verbos, planté y regué secretos cursis, canonicé una carcajada, vestí de marioneta una oración sin acabar... Vamos, todas esas cosas que se hacen casi sin pensar. 


1 comentario:

Charal dijo...

Querida Aire, tenía tiempo sin tiempo pero me alegra haberme tomado un poco para leerte =) Siempre un placer gustozo...