lunes, 29 de marzo de 2010

Enrique Bayano


-Hola, preciosa -me sonríe el poeta, sentado en el suelo, cuando salgo de La Casa del Libro con mis adquisiciones nuevas.
-Ayer me regaló un poema -le digo-, ¡me hizo usted feliz, me encantó!
-¿Cuál te llevaste? -me pregunta emocionado tras sus gafas, mirando sus papeles.
-El sueño -confieso agradecida.
Entonces él comienza a recitar. Declama. Clavando sus ojos en mí que me dejo hacer por sus palabras, descubriendo la magia que encierra su manera de hablar. Cuando termina estoy sonriendo desde la que soy.
-Muchas gracias -le respondo con simplicidad, porque no podría decir otra cosa.
-Espera, hoy quiero regalarte otro poema -se anima.
-¡Pero no llevo dinero! -me quejo avergonzada porque sólo me quedan cuatro monedillas sueltas.
-No importa, toma -me ofrece tras haber elegido entre sus textos-. Romance del deseo.
Y su voz comienza a dibujarlo sobre el ruido de los coches, sobre el de la gente que pasa acostumbrada a escenas como esta. Cuando termina se disculpa:
-Es también de amor, pero es que a mí me gusta escribir poemas de amor.
Entonces le regala a Marta también sus versos y yo me voy rumiando, mientras andamos, ¿es que se puede escribir de otra cosa?

4 comentarios:

FeoMontes dijo...

Qué entrada tan bonita!!!!!

Sí, se puede escribir de otras cosas; lo que pasa es que todo va a desembocar en lo mismo: el amor... ay!!!

Gracias por este cuentecito. Precioso, por no decir "chulísimo" (que no encaja entre tanta poesía)

Un beso

Vagamundo dijo...

otro de los rincones de poética metropolitana, esbozado, burbuja de oxígeno en movimiento.

La sonrisa de Hiperion dijo...

El mundo sigue siendo de cemento... frío y duro.


Saludos y un abrazo enorme.

Anónimo dijo...

Yo tengo una vaquita
en el corral nueve
esta gorda y chiquita
color canela suave
y entre hoy y mañana
ira de paseo a la ciudad
visitará fabricas
y en una lata terminará