domingo, 18 de julio de 2010

es muy dura la vida de una moderna


Algo que tenía pendiente desde que comenzó la mudanza, era la visita de rigor a Chica y Carolina que son, quizá, de los que más se alegren de que vaya a estar por aquí disponible para hacer planes de esos locos que sólo apetecen a los actores. Planes como ir a cenar a un sitio de "modernos" para brindar con una botella de vino y unos margaritas por la noche y el camarero.

Chica está exultante y su alegría se nos contagia en forma de besos y achuchones cada vez que se lo llevan los nervios. Criticamos, compartimos, confesamos al ritmo de las tostas y las copas, descalza en una banqueta alta mientras Carolina va inaugurando ese brillo mágico en los ojos. Ya no existen los secretos, o por lo menos ya no existen los secretos a voces, y llamamos a las cosas por su nombre sintiendo que, por fin, podemos respirarnos tal como somos, no como éramos, no como se esperaba de nosotros. Es muy liberador cuando los que amas dejan de esperar nada más de ti que lo que eres: una caja de defectos con un lazo increíblemente puesto, una apuesta cobarde por la felicidad.

La noche continúa en Botica, haciendo demasiado ruido para el silencio frente a la música. Quizá por eso bebes tu -mi primer- mojito demasiado rápido, quizá por eso Chica quiere que te quedes hasta que le amanezcan las calles de vuelta a casa, quizá por eso también decida quedarme y decirte tonterías aunque no te dejes engañar. Y quizá también por eso, acabamos en un local de modernos, riéndonos a carcajadas mientras me convierto en la amiga exigente que hace la ficha correspondiente al ligue de turno, mientras unos italianos intentan conquistarme un rizo para que baile con ellos y Chica me sale al paso en un abrazo a Carolina.

La razón, la verdad, yo no la sé. Pero cuando Chica se acerca a nuestra cama de madrugada, con la sonrisa enorme de cómplice victorioso, Carolina y yo nos reímos adormiladas y todo parece estar totalmente en su sitio, hasta la idea de ir a pasar todo el día en el mar saladas y sirenas, hasta la idea del yogur con fruta y chocolate, hasta los tropiezos ocasionales y las promesas para la próxima semana. Todo parece estar en su sitio.

Y qué maldita paz da eso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

qué genial :)
Hace mucho que no me siento así... Disfruta. un beso.