martes, 12 de octubre de 2010

al ritmo de un piano


fotografía de Ángel

Creo que es la cuarta vez que empiezo a escribir esta entrada. Cada una de las veces que he comenzado, pensaba hablar de un tema distinto. Empecé tentada por la idea de exponer que es más fácil ser feliz de lo que nos creemos -en ese caso iba a contaros cómo ha sido mi puente, lo feliz que he estado con mis padres, con la música, con mis amigos y contigo, demostrando que las cosas simples también sirven para construir una felicidad tranquila-, pero comenzó a sonar el piano. Después decidí que iba a hablar de lo indiscreto que es el miedo en su capacidad para paralizarnos y obligarnos a cometer actos estúpidos sólo porque no somos capaces de continuar hacia delante aunque nos tiemblen las rodillas -pensaba hablar, utilizando infinidad de metáforas, de mi propia incapacidad para ser valiente-, pero volvieron a interrumpir las teclas mi línea de pensamiento. Por último, me decidía a explicar cómo ciertas personas me hacen sentir pequeña y me cuesta entablar un diálogo normal y coherente con ellas -contaría esa mezcla de curiosidad y admiración que me despierta Carmen, o Ángel, o algunos de mis nuevos compañeros-. Volví a borrarlo en otro cambio de la música.  

Suena Chopin, en su nocturno nº 3, y mi reloj lo acompaña. También podría hablar del tiempo, siempre es posible hablar del tiempo, sobretodo si se le tiene tanto respeto como yo. Mis padres afirman que cada cosa ocurre porque tiene que pasar, que si las cosas tardan es porque esperan su momento. Mi madre pone el ejemplo de los seis años que tuvo que esperar hasta mi nacimiento. Yo no puedo evitar preguntarme si nuestras decisiones pueden cargarse el ritmo de nuestro deambular por el tiempo; vuelvo hacia atrás constantemente, repaso con demasiada asiduidad los grandes momentos de encrucijada y me pregunto sin cesar "qué habría pasado". Es una  estupidez como otra cualquiera. 

Siempre que, en sueños, visito esa casa que no tengo, paso junto al piano del salón. Sé que he vuelto a perderme en la línea del pensamiento. Salto de una palabra a otra, como si cada término encendiese una idea diferente y siguiese un camino azaroso entre mis propios desvelos. Justo ahora, en este momento, he pensado en la moleskine azul de Manolo, en el atardecer frente al mar y en las farolas encendidas mientras el barco se ilumina en el horizonte. 

El piano ya no me deja pensar. Abandono. Dejo de marearos por hoy. 


2 comentarios:

Michelle Durán dijo...

ME PARECE MARAVILLOSO QUE ABANIQUES PARTE DEL PROCESO QUE SUFRISTE PARA LLEGAR A LO QUE AHORA LEEMOS DE TU PARTE . ESO DE TACHAR Y REESCRIBIR , DESCARTAR Y ARRUGAR PAPELES (BUENO , ELIMINAR LINEAS DIGITALES , QUISE DECIR ) . LINDO ESO.
SALUDOS ,DOÑA AIRE .

Alexander Supertramp dijo...

como bien dices, para todo hay un tiempo....y este es tu tiempo de.....tener flequillo (no, no es una tontería lo que acabo de decir...lo juro)jjijij