martes, 10 de agosto de 2010

el origen, los días y los hombres




Si hiciesen una película basada en mis sueños, no servirían los escenarios de Origen, pero si existiese de verdad la posibilidad de compartir sueños, de entrar en los sueños de los demás, sería de las primeras en apuntarse, aunque acabase sin distinguir la realidad de lo onírico. Si es que ya Calderón lo adelantaba...

El mundo de los sueños siempre me ha generado una profunda curiosidad, sobretodo a partir de aquel extraño sueño compartido, a partir de las repeticiones y los personajes fijos en mis pesadillas. Mi madre y yo nos sentábamos en la cocina con el café y compartíamos lo que habíamos soñado cada noche. Dice que he heredado de su rama de la familia el que algunos de mis sueños se hagan realidad -sobretodo cuando estoy en periodos de estrés y soy capaz de adelantarme a las notas o cuando algo malo va a pasar-, yo no sé muy bien qué pensar. Por eso, a veces, me da miedo despertarme y recordar demasiado bien lo que ha pasado en mi cabeza mientras que no estaba en el mundo de los vivos. 

¿Qué guardaría yo en esa caja secreta? ¿Cómo sería? Supongo que una pequeña caja de madera tallada. ¿Y mi tótem, cuál sería? ¿En qué sueños querría entrar? Tengo claro los que no me interesarían para nada. 

Todas estas ideas daban vueltas en mi cabeza mientras en el cine se proyectaba la última de Leonardo Di Caprio y siguieron dando vueltas después, cuando me llevabas a la encerrona en el vegetariano, cuando todavía seguía experimentando esa sensación de irrealidad vagando por mi imaginación descabellada. Pero supongo que la ficción se me acabó de golpe al ritmo que mis ojos se abrieron como platos al ver a Nacho Artacho preparándose para cantar. A veces haces estas cosas que me dejan con las ideas a la mitad y no puedo dejar de sonreír ofreciéndote un borrón y cuenta nueva. 

Escucho a Nacho Artacho desde el año pasado, cuando me enviaste sus primeras canciones, sabes lo que me fascina el lenguaje y las palabras, y Nacho es un maestro para aunar la música más sutil con los términos más increíbles. Él puede decir: "vienes a boca armada y llena de guerra, voy a segar tu vientre y tu cereal" y pasear por mi cuello en forma de música, porque la guitarra y la voz de Nacho me recorren la espalda como hormigas emocionadas. Esa será la razón de que cenar se convierta en una empresa casi mágica, al tiempo que casi imposible -¿quién puede comer escuchándolo tocar?- o quizá es que estabas allí, azul y concentrado. Ahora no puedo saberlo. 

En cambio, sabemos que la noche ha sido casi perfecta cuando el cd baila entre mis manos y te pregunto si estamos en tu sueño o en el mío y respondes aquello y nos reímos. 


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