jueves, 3 de diciembre de 2009

mira cómo se ríe la maestra

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Ayer renegaba sin más de este trabajo que debe ser vocacional y que estaba el tercero o el cuarto de mi lista de inquietudes.

Me presenté a unas oposiciones porque los demás pensaban que era lo correcto, lo que tenía que hacer. La educación en institutos no me llamaba la atención, pero era fácil hacerlos felices. Yo habría elegido, de haberme sentido libre en aquel momento, largarme al extranjero, dedicarme a escribir, probar suerte como becaria en alguna editorial cobrando cuatro duros.

Cuando era pequeña jugaba a las maestras en mi sótano, pero también jugaba a las mamás y a hacer teatro. Cuando era pequeña quería ser bailarina o pintora por encima de todo. Por eso a veces me cuesta conciliarme.

Dar clase es un trabajo entretenido, si te olvidas de todo lo demás y te quedas sólo con los chicos del aula, con dejarles una huella de poesía, de amor por las palabras, es un trabajo fácil. Pero desgraciadamente estamos atados de pies y manos, el curriculum es importante, los tantos por cientos, la calidad, el aguantar hasta lo indecible porque el instituto es una guardería para niños grandes… Pedir destinos me hace replantearme si esto es realmente lo que quiero.

Soy práctica. Hago mi trabajo bien. Aprendo.

A Rueda le cuesta leer en voz alta. Lanza las palabras rápido y a voces para quitarse el problema cuanto antes de en medio. Parece que vende ropa interior en un mercadillo. Los demás se ríen tanto como Rueda, que es ese tipo de persona con un sentido del humor increíble capaz de reírse de sí mismo. Y, al final, entre tanta risa, me acaban contagiando.

-Mira la maestra cómo se ríe –grita Alberto entre carcajada y carcajada.

“Aprenderás, con el tiempo, que al final sólo merece la pena por la satisfacción personal de ver cómo crecen, cómo aprenden, cómo consiguen metas, aunque sean pequeñas”, me decía ayer el jefe de estudios. Este año tengo que esforzarme, casi a diario, por recordar que puedo ser feliz con mi trabajo.

1 comentario:

La sonrisa de Hiperion dijo...

Si no hubiera satisfacción personal, la mitad de las cosas de este mundo, las hubieramos mandado al carajo (y hace tiempo)


Saludos y un abrazo